Para Volkswagen, los hechos son donde el caucho se encontrará con la carretera

24 de septiembre de 2015

A mediados de septiembre, Volkswagen conmocionó al mundo al reconocer que se utilizaban dispositivos de desactivación en nada menos que 11 millones de sus vehículos diésel en todo el mundo. Estos dispositivos permitieron a los vehículos engañar a los reguladores pasando pruebas de emisiones a pesar de que, en condiciones normales de carretera, los vehículos superan los estándares de emisiones de óxido de nitrógeno hasta 40 veces. Se estima que en Estados Unidos hay unos 500,000 vehículos equipados con este dispositivo de desactivación.

Y Volkswagen no se apresuró a admitir su engaño deliberado. Según informes de prensa recientes, la empresa venía denunciando un “error técnico” desde hacía más de un año. El reciente anuncio se produjo después de que la EPA amenazara con retener la aprobación para los modelos diésel de Volkswagen y Audi de 2016.

Ahora viene el predecible mea culpa de relaciones públicas corporativas. Se emite una disculpa pública. El director general dimite. Pero este caso no se trata de un defecto negligente que un fabricante busca remediar, sino de algo mucho más difícil de arreglar: la pérdida de confianza de los consumidores después de un engaño deliberado.

Las personas físicas que poseen o alquilan vehículos afectados han sufrido daños. Compraron sus vehículos basándose en las afirmaciones de la empresa de alto rendimiento, economía de combustible y tecnología "limpia". La EPA pedirá a Volkswagen que retire del mercado aproximadamente 500,000 automóviles entre 2009 y 2015 que utilizan el motor Tipo EA 189 de 2 litros. Estos incluyen los modelos Golf, Passat, Jetta y Beetle, así como potencialmente algunos modelos de Audi.

Se desconoce cómo Volkswagen modificará los vehículos para cumplir con las regulaciones de emisiones federales y estatales manteniendo al mismo tiempo las promesas de rendimiento y economía de combustible. Pero si Volkswagen pudiera hacer eso, nunca habría necesitado hacer trampa. Con el tiempo, esos hechos obstinados revelarán quién hizo qué y, con suerte, quién sabía qué y cuándo.

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